¡Hola! Seiiti Arata. Si te pudiese dar un consejo como amigo para cambiar tu vida inmediatamente, te diría: deja de quejarte y empieza a actuar.
Puede parecer un consejo sencillo pero, si realmente intentas ponerlo en práctica, verás como es difícil pasar un día entero sin hacer una queja.
Mucha gente falla cuando intenta dejar de quejarse. La razón principal para no conseguir dejar de quejarse es que la mayoría de la gente sólo intenta eliminar el mal hábito de la queja. Y sólo eliminar el hábito de quejarse no es suficiente, es necesario sustituir el hábito indeseado con otro comportamiento mejor.
Por más que nos esforcemos en dejar de quejarnos, la vida va a seguir presentándonos diferentes tipos de situación. Y muchas de esas situaciones pueden ser desagradables. Pero, como la persona se ha comprometido a no quejarse, ¿qué pasa? Sufre silenciosamente, porque tiene que forzarse a tener la boca cerrada. El sentimiento de insatisfacción se va acumulando hasta que explota, y la queja vuelve con todas sus fuerzas.
Por eso, el secreto para reducir al máximo tus quejas es hacer una sustitución. Es cambiar la costumbre de quejarte, con el hábito de actuar.
Con este simple cambio de enfoque, pasas a dejar de centrarte en lo que está mal, a centrarte en la solución. Empiezas a dirigir tu atención a lo que realmente deseas. Y esto cambia tu realidad.
Tu enfoque determina tu realidad
¿Te has dado cuenta de que, cuando estás centrado en algo, empiezas a verlo por todos sitios?
Por ejemplo, cuando estás pensando en comprar un coche y ya tienes escogido el modelo que quieres. Inmediatamente, cada vez que miras a la carretera, tienes la impresión de estar viendo ese coche en todos sitios.
¿Es que, de repente, todo el mundo se ha comprado el mismo coche que tú?
En realidad, no. La cantidad de ese modelo de coche no ha aumentado. Lo único que ha cambiado ha sido tu enfoque. Como tu atención está dirigida a ese modelo de coche, empiezas a notar algo que antes no notabas. Pero siempre había estado ahí.
Esto tiene nombre: formación reticular. Una parte del tallo encefálico que diferencia los estímulos relevantes de los irrelevantes. ¿Qué queremos decir con estímulos?
Nuestra realidad es rica en estímulos. A nuestro alrededor tenemos sonidos, olores, personas, movimientos. Nuestro cerebro escoge centrarse en algunos de esos estímulos e ignorar otros. Por eso hablas con alguien en un ambiente ruidoso, por ejemplo.
Y, ¿por qué es importante entender este concepto de enfoque selectivo? Cuando haces una queja, estás influyendo negativamente en tu realidad. Al quejarte, tu enfoque selectivo está dirigido al sitio equivocado. Tu enfoque se dirige a lo que falta, a lo problemático, a lo que no te gusta.
Tu queja está dirigiendo tu atención a lo que no es bueno, a lo que te incomoda.
Con esto, el proceso de formación reticular va a dirigirte cada vez más a experimentar de lo que te estás quejando. Como en el ejemplo del coche, empiezas a ver lo que no te gusta en todos lados.
Esto ocurre, por ejemplo, con las personas fanáticas de la política y que viven quejándose exageradamente y culpando a los que tienen una visión política diferente. Mire donde mire, va a encontrar algo que no esté bien y, por lo tanto, va a culpar a sus enemigos políticos.
Esto puede empezar a hacerse patológico hasta el punto en el que se vuelve imposible tener una conversación de más de cinco minutos con esa persona sin que empiece a meter la política en todo. ¿Por qué lo hace? Usemos un poco la empatía para entender la perspectiva de los demás. Esa persona aburrida que no hace más que quejarse, cree que sólo a través de la queja va a conseguir mejorar la situación.
Pero si no me quejo, ¡las cosas no mejoran!
Si le pides a alguien que deje de quejarse, la primera objeción que vas a escuchar es justo esa: “Si no me quejo, las cosas no mejoran”.
¿Es eso verdad? ¿O es una falsa impresión?
Cuando nos encontramos con algo que nos gustaría cambiar, la única forma de mejorar la situación es actuando.
Pero actuar da trabajo. Entonces, en vez de actuar, podemos sencillamente quejarnos. Y, al hacer esa queja, tenemos la falsa impresión de que estamos actuando.
Nuestra queja es incapaz de cambiar nada si no va acompañada de una acción. Sin una intención sincera de hacer algo, quejarse es sólo una especie de desahogo. Un lloriqueo que tiene como único efecto práctico una sensación de alivio momentáneo.
Al quejarnos, estamos presentando nuestras denuncias. Podemos tener la falsa impresión de que estamos haciendo algo para cambiar la realidad. Pero la realidad seguirá siendo la misma, ya que la queja sóla está carente de acción. Es necesario actuar, y no sólo quejarse.
Entiendo perfectamente la angustia de la persona que, al no ver alternativas, cree que necesita quejarse para mejorar las cosas. Todo el mundo acaba haciendo esto tarde o temprano.
Pero la verdad es que las cosas sólo van a mejorar a partir de acciones positivas. A partir de actitudes constructivas lideradas por personas que no se pasan todo el tiempo quejándose. Por personas que hacen algo.
¿Eres una persona que sólo se queja o que hace algo al respecto?
Imagina que dividimos las personas en dos grupos. Las que se quejan más de lo que actúan. Y las que actúan más de lo que se quejan.
¿De qué grupo formarías parte? ¿Del grupo de los que se quejan o de los que entran en acción?
Quizá tengas la impresión de que formas parte del grupo de personas que actúa más de lo que se queja. Pero, ¿esa impresión se corresponde a la realidad?
Para acercarte a la verdad necesitamos hacer una autoevaluación honesta de nuestro comportamiento. Aquí tienes cuatro ejercicios para hacer una evaluación:
Primer ejercicio: Piensa en los últimos siete días. ¿Cuántas conversaciones has tenido con tus padres, amigos y compañeros de trabajo en las que el tema principal ha sido algún tipo de queja? Y, en esos mismos siete días, ¿cuántas acciones concretas y específicas has hecho para resolver los temas que te incomodaban?
Segundo ejercicio: Dale un vistazo a tus redes sociales. Observa la cantidad de mensajes en los que sencillamente te quejas de algo. Ahora observa la cantidad de mensajes en los que compartes soluciones.
Tercer ejercicio: Aumenta tu grado de consciencia para evaluar las conversaciones que tienes contigo mismo, en tu cabeza. ¿Normalmente tu mente está en estado de satisfacción, agradeciendo por lo que puedes hacer? ¿O está en un estado de reclamación, quejándose de lo que no consigue hacer?
Cuarto ejercicio: ¿Cuánto de tu tiempo dedicas a las quejas? Y, ¿cuánto tiempo has dedicado a actuar para mejorar el asunto de tus quejas?
Cuando empezamos a hacer preguntas más objetivas como estas, empezamos a tener claridad sobre si estamos en el grupo de las personas que se quejan más o en el grupo de los que entran en acción.
No hay nadie que sólo se queje. Ni nadie que esté siempre en acción, sin quejarse nunca. Lo que importa es lo que haces la mayor parte del tiempo. Lo que importa es si el estado estándar de tu mente es de acción o de queja.
Una confusión común es el significado de quejarse o actuar. Por ejemplo, si un compañero de trabajo te interrumpe constantemente, tienes que hablar directamente con ese compañero y pedirle que no te interrumpa. Cuando pides el cambio de comportamiento de tu compañero, no te estás quejando. Estás actuando. Sin embargo, si hablas con tu vecino y te quejas de que tienes un compañero que te molesta, no sería actuar. Sólo quejarse.
Sólo quejarse no es actuar. Es una falsa idea, reforzada por la validación social, por el “contagio de la queja”.
La queja es contagiosa.
Hay un juego común en las relaciones sociales. El juego de quién se queja más.
Te voy a poner un ejemplo para que veas cómo funciona. Volviendo al ejemplo anterior, imagina que tengo un compañero de trabajo que vive para molestarme. Pero yo no le pido que cambie de comportamiento. Es decir, no actúo. En vez de eso, me encuentro con mis vecinos y les digo algo como “No tenéis ni idea de lo que me ha pasado hoy…”
Y me tiro 10 minutos quejándome en forma de monólogo, mis amigos van a estar de acuerdo conmigo, diciéndome que lo que les he contado es absurdo. Validan mi queja.
Y empieza el relevo de la queja. En cuanto todos terminan de estar de apoyar mi historia, hay un intercambio. Es como si la persona entendiese “bueno, ¡ahora me toca a mí quejarme!” y siguen adelante, diciéndote “¿Crees que eso es absurdo? Espera a escuchar lo que me ha pasado…”
Este relevo continúa, siempre con una queja y los demás validándola. Existen muchos círculos de amistades en los que lo único que une a las personas es este juego de quejas.
Y lo peor: si intentas, de cualquier forma, romper el círculo vicioso, acabas siendo reprimido por el grupo. Mira qué gracioso: ellos se quejan cuando tú sugieres dejar de quejarte. Es una violación de la norma social que alguien del grupo quiera dejar de quejarse.
El motivo es que la dinámica de este tipo de relaciones implica el relevo de quejas, no de soluciones. Por eso estamos aquí hablando de la importancia de dejar de quejarse.
Deja de quejarte y empieza a actuar
Con todo lo que hemos hablado aquí, ya has entendido que no quieres desperdiciar tu enfoque en acciones que no controlas.
¿Quieres dejar de quejarte y empezar a actuar? Entonces es fundamental que desarrolles la capacidad de entender la diferencia entre lo que controlas y lo que no controlas.
En relación a lo que no controlas, es necesario tener madurez para aceptar la realidad tal y como es.
En relación a las cosas sobre las que tienes algún control, debes tener la responsabilidad para dejar de quejarte, arremangarte y empezar a actuar para cambiar la situación.
Si puedes hacer algo al respecto, entonces, en vez de abrir la boca para quejarte, haz algo para cambiar lo que tengas que cambiar. Asume la responsabilidad y haz que ocurra.
El mundo ya está lleno de personas que sólo se quejan. Y el mundo necesita desesperadamente a gente que se ponga manos a la masa para resolver problemas.
Abandona el papel de víctima y deja de ser una persona reactiva. Asume el papel de protagonista y ponte al control de tu propia vida.
Esto es desarrollo personal, es madurez, es liberarse del apego, del miedo, de la victimización.
¿Cómo vas a usar tu tiempo de aquí en adelante?
¿Cómo puedes pasar del grupo de los que más se quejan al grupo de las que más actúan? Es sencillo: sólo tienes que dedicar más tiempo a la acción que a quejarte.
Cuando notes que quieres quejarte de algo, pregúntate: ¿qué puedes hacer para mejorarlo ? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo puedo contribuir con una solución? ¿Cómo puedo crear algo que hará que la realidad sea mejor? ¿Cuáles son las personas que debo llamar y qué les tengo que decir?
Prueba a pasar una semana entera sin quejarte. Una semana sin decir que no puedes, que no te gusta, que no sabes hacer algo. Evita quejarte incluso mentalmente. Para durante unos minutos y nota que puedes reformular tu frase.
En vez de decir que odias esto o lo otro, di lo que prefieres. Céntrate en lo positivo, y no en lo negativo. Di lo que quieres hacer al respecto. Sustituye la queja por la acción.
Cada vez que te quejes, apunta la queja. Después de unos días, lee tus notas y escoge una de las quejas. Empieza a pensar en soluciones para resolver ese tema.
En cuanto dejas de quejarte, empiezas a notar más abundancia en tu vida. Tus acciones pasan a estar orientadas a la construcción de una vida mejor. Y pasas a sentirte en control de tu propia vida.
Dejar de quejarte y empezar a actuar es un cambio de actitud capaz de transformar tu vida en poquísimo tiempo.
Con esta nueva actitud, puedes dejar inmediatamente de ser una persona frágil y reactiva y transformarte en alguien fuerte y proactivo. En alguien que sabe que está en el buen camino, incluso ante situaciones indeseadas. Sabes que estás haciendo lo que tienes que hacer.
Nunca vas a llegar al momento en el que todo en tu vida esté perfecto. La vida está repleta de desafíos, dolores, frustraciones. Querer eliminar todo eso es algo que está absolutamente fuera de tu control. Pero la forma en la que afrontas los problemas de la vida depende sólo de ti. Puedes escoger si desarrollarte como persona y volverte mejor que esos problemas.
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