¡Hola! Seiiti Arata. Todos hemos sufrido por apego. No importa si sufres por amor, por estar enfermo o si sufres por algo que te gustaría tener. Independientemente del motivo, tu sufrimiento tiene un origen. Y el origen de ese sufrimiento es el apego a un deseo, o a todo lo contrario, el apego a algo que odias. Te explico los dos tipos de apego.
Sufres porque te aferras al DESEO de estar en una relación con una determinada persona. Sufres porque te aferras al deseo de tener una forma física que no tienes. Sufres porque te aferras al deseo de comprar eso que ves que están comprando los demás.
O, al contrario, el apego está relacionado a algún ODIO. Sufres porque te aferras a la idea de que no te gustaría tener la relación que tienes, de no tener la enfermedad que tienes o no tener las cosas que tienes o no tener ese vecino insoportable. Un odio no es más que el deseo de que las cosas no fuesen tal y como son.
El sufrimiento aparece por aferrarte a tus deseos de tener o no tener algo. Y el sufrimiento acaba cuando ese apego termina. En otras palabras, si quieres acabar con el sufrimiento en tu vida, tienes que aprender el arte de desapegarte de tus deseos.
Pero, ¿cómo podemos dejar de aferrarnos a nuestros deseos? Sustituye “deseos” por “preferencias”. La solución es liberarse del deseo de que las cosas sean de otra manera y, sencillamente, tener preferencias sobre cómo llevar tu vida.
Libérate del apego a tus deseos y observa cómo también se va el sufrimiento.
El problema de desear cualquier cosa es que, cuando no la tienes, acabas sufriendo por lo que quieres tener. La concentración tiene un poder amplificador: cuanto más te centras en lo que quieres tener, más aferrado estás a ese deseo. Y sufres más porque todavía no tienes lo que deseas.
Por ejemplo, digamos que quieres comprar una casa. Estás aferrado a la idea de que, cuando tengas tu propia casa, todo irá mejor. Hasta que no consigas comprar esa casa, sufres por no cumplir ese deseo. Y siempre que comparas tu situación actual con un futuro imaginario, ¿qué pasa? Que estás idealizando cómo sería si pudieses comprar esa casa. Al idealizar, la realidad sale perdiendo. Y sufres porque tu realidad no es como quieres que sea.
Una de las formas de acabar con ese sufrimiento es sencillamente aceptar la realidad. La aceptación reduce el apego a tus deseos. Es lo que hay. Si no quieres que las cosas sean diferentes, no tendrás razones para sufrir.
Sin embargo, no es realista intentar estar totalmente desapegado de los deseos. Incluso las personas que dedican su vida a desarrollarse van a verse en situaciones en la vida en las que les ocurra algo inesperado. Y van a sentir apego, es inevitable. Por eso vamos a poner a prueba una solución más práctica.
La solución más práctica para sufrir menos en esas situaciones es reducir tu apego (no es eliminarlo, es sólo reducirlo). Es mejorar tu forma de lidiar con tus propios deseos. En vez de desear esto o eso otro, puedes sencillamente decir que tienes preferencias.
Preferir algo reduce tu apego y disminuye tu sufrimiento.
Cambiar un deseo obsesivo por una simple preferencia es una técnica que puede reducir mucho nuestro sufrimiento. Cuando tengo una simple preferencia, tengo menos apego y, por lo tanto, sufriré menos si no consigo lo que prefiero.
¿Cuál es la diferencia entre desear y preferir? No es un simple juego de palabras. La diferencia es que cuando tienes una preferencia, si lo que PREFIERES no ocurre exactamente como imaginabas, no pasa nada.
Tener preferencias es diferente a tener el apego a DESEAR. Cuando te aferras al deseo, te cuesta mucho aceptar la realidad. Querer que las cosas ocurran de una cierta manera, querer comprar algo nuevo o querer que otras personas se comporten de una determinada forma.
Este es el origen del sufrimiento. La causa de nuestro sufrimiento no está en los hechos. El sufrimiento está en nuestra interpretación de los hechos, en la forma en la que nuestro cerebro interpreta esos hechos. El sufrimiento no ocurre por haber perdido un trabajo, por la muerte de un ser querido, por la falta de dinero o porque se acabe una relación.
El origen del sufrimiento es la desconexión entre nuestros deseos y la realidad. Es la creencia de que lo correcto sería que el mundo concreto, el mundo real, estuviese alineado con lo que queremos que ocurra.
Por eso necesitamos ajustar nuestras expectativas a la realidad.
Abandonar tus deseos es misión imposible, pero abandonar el apego a tus deseos es un atajo para salir del sufrimiento.
No tienes que abandonar tus deseos para escapar del sufrimiento. Solo tienes que abandonar el APEGO a tus deseos.
Puedes seguir prefiriendo tener más dinero en el banco, un trabajo más interesante o un cuerpo en forma. Puedes preferir vivir en un sitio más agradable, tener una relación más dulce o ser una persona más feliz. Esas preferencias son guías que te llevan a actuar de una forma determinada para tener la vida que prefieres tener.
Lo que no puedes es aferrarte a esas ideas y sufrir mientras que no forman parte de tu realidad. Y, dependiendo del tipo de sueños al que estés aferrado, puede que nunca se hagan realidad. Por lo tanto, aferrarte a tus propios sueños es provocar tu propio sufrimiento.
Esto es lo que debes tener en mente: el sufrimiento viene del apego a la idea de que ciertas cosas deberían ser de una determinada forma, y de la frustración de que no lo sean.
Haz un ejercicio práctico para ver que, aunque tus deseos se cumplieran, no serías mucho más feliz que hoy.
Para abandonar el apego a tus deseos, sencillamente observa y escribe en un papel qué emociones negativas sueles sentir: tristeza, rabia, frustración, ansiedad…
Después, haz una lista de los deseos a los que más te aferras. Normalmente tienen que ver con dinero, orgullo, relaciones, necesidad de aprobación, salud y conseguir bienes materiales.
Ahora tienes que conectar las dos listas. Une las emociones negativas que sueles sentir con los deseos a los que estás más aferrado. Por ejemplo, cuando ves que no tienes el cuerpo que te gustaría tener, ¿qué sientes? ¿Frustración? ¿Rabia? ¿Envidia de otras personas?
Por último, intenta imaginar cómo sería si consiguieses todos esos deseos a los que estás tan apegado. Imagina que has conseguido el trabajo que querías, la relación que querías, la forma física que querías, los bienes materiales que querías.
Recuerda que nada dura para siempre. Tendemos a creer que si tuviésemos todo eso, entonces seríamos felices. Pero, en realidad, en cuanto consigamos cada una de esas cosas, tendremos nuevos deseos. Y aunque no tengas nuevos deseos, una vez que consigas esas cosas vas a ver que no son una fuente permanente de felicidad. Porque tarde o temprano, el bien material, la relación o el cuerpo que has conseguido van a perder su encanto.
Por eso no debes estar tan aferrado a esos deseos. Puedes preferir que esas cosas pasen, sí, siempre que seas consciente de que no te van a dar una felicidad duradera. Obviamente es mejor tener esas cosas que prefieres tener, a no tenerlas, pero eso no te va a hacer feliz a largo plazo. Al contrario, lo más probable es que aferrarte a ellas te haga sufrir a corto plazo, incluso hoy mismo.
El apego a los deseos es la razón de nuestro sufrimiento. Para reducir tu sufrimiento, aprende el arte del desapego. Debes tener simples preferencias sobre cómo te gustaría que fuese tu vida, pero siendo consciente de que eso no es lo que va a definir tus niveles de felicidad.
Siempre que te des cuenta de que estás sufriendo por algo, párate un momento e intenta pensar de dónde viene ese sufrimiento. Si estás sufriendo por algún deseo no cumplido, puedes tener la fantasía de que la realización del deseo te traería felicidad eterna. Pero debes darte cuenta de que nada es permanente. Aunque cumplieses tu deseo, no sería una fuente de felicidad duradera.
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