¡Hola! Seiiti Arata. Es normal que te arrepientas de vez en cuando de una mala decisión que hayas tomado en el pasado. Ese trabajo que no deberías haber aceptado, esa dieta que no deberías haber abandonado, esa inversión que no deberías haber hecho. Ese fantasma es una mala decisión que puede perseguirte durante un tiempo, a causa del dolor emocional que una mala decisión acaba provocándote.
¿Y si nunca más cometieras ese tipo de error? ¿Y si aprendieras a tomar siempre la mejor decisión de las opciones disponibles? En la charla de hoy, vamos a descubrir exactamente cómo puedes hacer eso usando tan sólo dos conceptos científicamente probados: timing y automatización.
Tomas peores decisiones al final del día. Por eso, reserva tus mañanas para tomar las decisiones más complejas.
La vida se traza con los momentos de decisión. Todo lo que tienes hoy es el resultado de las decisiones que tomaste en el pasado. Tu profesión, tus conocimientos, e incluso tu estado de salud es fruto de tus decisiones.
Una persona toma, de media, hasta treinta y cinco mil decisiones por día. La mayoría son decisiones pequeñas, como decidir qué ropa vas a ponerte, pero otras son decisiones que van a trazar el rumbo de nuestras vidas.
Investigaciones científicas demuestran que, conforme el día va pasando, nuestra capacidad de tomar decisiones va empeorando. Cuando nos levantamos y estamos con la mente descansada, tenemos una mayor capacidad de tomar mejores decisiones que cuando estamos cansados al final del día.
Eso quiere decir que debes reservar tus mañanas para tomar las decisiones más complejas. Por ejemplo, después de levantarte, incluso antes de coger tu móvil para ver las notificaciones, puedes decidir la tarea más importante que vas a hacer durante ese día.
En ese momento una buena estrategia es usar la pregunta de enfoque de Gary Keller: «¿Cuál es la ÚNICA cosa que puedo hacer para que, al hacerla, lo demás me resulte más fácil o se vuelva innecesario?»
Tomar decisiones consume energía. Cuanto más compleja sea la decisión a ser tomada, más energía será consumida. Por eso, lo ideal es usar la mañana, cuando nuestra batería está llena, para tomar las decisiones más difíciles.
Deja las decisiones más fáciles para el final del día. Aunque te equivoques en la decisión, el impacto será pequeño.
Al final del día, estás más cansado y, la probabilidad de tomar decisiones equivocadas es mayor. Por eso, evita tomar decisiones complejas en este momento. En vez de eso, reserva el final del día para decisiones más fáciles.
Por ejemplo, al final del día puedes escoger y separar la ropa que vas a usar mañana en el trabajo. De esta forma, evitas consumir tu poder de decisión del inicio del día con algo que podría haber sido escogido la noche anterior.
La ventaja de dejar las decisiones más fáciles para el final del día es que, aunque tomes la decisión equivocada, el impacto en tu vida será pequeño.
Lo que estás haciendo con todo esto es ser estratégico. Por la mañana, con mejor capacidad de decisión, tomas decisiones más difíciles. Por la noche, con menos capacidad de decidir, tomas decisiones más fáciles. De esta forma, aumentas tus posibilidades de tomar buenas decisiones de gran impacto, que van a decidir el rumbo de tu vida.
Reduce la cantidad de decisiones que tienes que tomar. Automatiza todo lo que sea posible.
Otra forma de tomar las mejores decisiones es reduciendo la cantidad de decisiones que necesitas tomar durante el día. Como gastamos nuestro poder de decisión con cada decisión que tomamos, si tomamos menos decisiones durante el día, nuestra probabilidad de acertar será mayor.
La mejor manera para reducir la cantidad de decisiones que tomamos es automatizar todo aquello que sea posible. Con cada decisión que tengas que tomar, piensa: ¿eso podría ser automatizado?
Por ejemplo, puedes poner tus cuentas en débito automático. Puedes usar aplicaciones para recordarte que tomes la medicación, que cambies tu cepillo de dientes cada 3 meses o que vayas al oculista anualmente.
Eso es lo básico, pero se puede ir más allá. Puedes comprar un robot que limpie tu casa todos los días a la misma hora. Puedes hacer una lista de la compra estándar para hacer las compras online y que te las entreguen en casa. Puedes crear filtros en tu email para separar los mensajes según las palabras o quien te esté escribiendo.
Hoy en día, tenemos en nuestro bolsillo un móvil que tiene un poder computacional mayor que el que llevó al ser humano a la luna. Pero usamos ese poder básicamente para leer noticias, hablar y ver fotos en redes sociales.
¿Y si aprovechases mejor ese potencial? Voy a darte un ejemplo para avivar tu curiosidad. ¿Te imaginas una aplicación de gestión de tareas con geolocalización para, cuando pases enfrente de un lugar, la app te recuerde alguna tarea? Por ejemplo, cuando pases por delante de una tienda de materiales de construcción, puedes recibir una notificación recordándote que compres una bombilla para cambiar la que se había fundido en tu habitación.
Crea rutinas para reducir tu cantidad de decisiones. Los hábitos existen para ahorrar tiempo y energía.
Lo que no se pueda automatizar por vía electrónica, debe ser puesto en rutinas. Esas rutinas deben convertirse en hábitos, ya que los hábitos consumen mucha menos energía y no gastan tanto nuestro poder de decisión.
El hábito es una forma de que el cerebro ahorre energía. No necesitas decidir todos los días si te lavas los dientes o no: ese es un hábito que creaste cuando eras pequeño y ahora tan sólo lo ejecutas.
Las rutinas son sólo una cadena de hábitos que creas para no tener que tomar las mismas decisiones todos los días. Por ejemplo, puedes tener la rutina matutina de levantarte, lavarte la cara, escribir tu tarea más importante del día, meditar y desayunar.
La mejor forma de crear y acompañar esa rutina es usando aplicaciones de seguimiento de hábitos, o habit trackers. En el resumen del libro Hábitos Atómicos, hice una lista de habit trackers que puedes usar. Entra en este link para descargar la lista.
Lo ideal es que tus rutinas estén bien detalladas. Por ejemplo, si otra persona cogiese tu lista de tareas, podría saber exactamente qué hacer. De esta forma, estás poniendo en piloto automático una serie de buenas decisiones que no necesitas volver a tomar todos los días.
Tu vida se establece con los momentos de decisión. En la charla de hoy, has aprendido una estrategia para tomar decisiones usando dos principios: timing y automatización.
El timing sirve para aprovechar el momento del día en el que tienes la mayor capacidad de decisión para tomar las decisiones más complejas. Hazlo por la mañana y deja las decisiones más fáciles para el final del día.
La automatización sirve para disminuir la cantidad de decisiones que tienes que tomar todos los días. Usa la tecnología para automatizar al máximo y crea rutinas para transformar acciones repetitivas en hábitos.
Aún existe un tercer principio esencial para tomar mejores decisiones: tener claros tus valores personales. Para descubrir lo que más valoras, entra en la clase especial del curso Planificando Tu Vida sobre cómo identificar tus mayores valores personales.