¡Hola! Seiiti Arata. Aunque seas una persona perezosa, date cuenta de que no te da pereza todo. Depende del tipo de tarea que tengas que hacer.
Si tienes que enfrentarte a un problema con solución abierta, seguro que tendrás más pereza que si estuvieses enfrentándote a un problema cerrado.
Por eso, una buena estrategia para ser una persona menos perezosa es transformar los problemas abiertos en problemas cerrados.
Pero, ¿qué significa que un problema sea abierto o cerrado? ¿Cómo puedes acabar con la pereza usando esa técnica? Para ponerla en práctica, tendrás que poner en marcha procesos, crear checklists y transformar lo que antes era abstracto en un objetivo concreto.
La pereza es menor ante problemas cerrados.
Un problema cerrado es fácil de entender. En el caso de un problema cerrado, sabes exactamente cuáles son los pasos que tienes que dar para conseguir un objetivo específico.
Por ejemplo, hacer un bizcocho siguiendo una receta. Reúnes los ingredientes, sigues los pasos de la receta y, al final, tienes un bizcocho listo para comer. Es un proceso previsible. Sabes cómo ir del punto de partida al final.
Para este tipo de problemas, vencer la pereza es relativamente fácil. En realidad, sólo tienes que romper la inercia. Sólo tienes que empezar a hacer una pequeña tarea para ir haciendo las demás.
Esto es muy diferente a lo que ocurre cuando tienes que enfrentarte a un problema abierto. En el problema abierto, existe la inseguridad, y los pasos a seguir no están claros.
Montar un negocio de éxito, tener una buena relación romántica, conseguir la independencia financiera, vivir en otro país… estas son tareas grandes, imprecisas, con mil variables. Aquí no hay una receta de bizcocho, un paso a paso garantizado, un objetivo seguro y previsible.
¿Qué ocurre si piensas en todo lo que tienes que hacer para alcanzar esos objetivos complejos? Es normal tener pereza con sólo imaginar el trabajo que conlleva. Por eso, la mejor forma de evitar la pereza en estos casos es transformar los problemas abiertos en problemas cerrados.
Si tu pereza es grande, divídela en trozos más pequeños. Para ello, divide los grandes problemas abiertos en pequeños problemas cerrados.
La forma más eficiente de transformar problemas abiertos en problemas cerrados es dividiendo los grandes objetivos en pequeñas tareas, transformando lo que era abstracto en algo concreto.
Imagina que quieres montar un negocio de éxito. Ese es tu objetivo, un problema abierto, grande, impreciso, con muchas variables.
Por eso tienes que coger este gran problema y dividirlo en tareas más pequeñas. Por ejemplo, hacer el papeleo para conseguir el permiso para abrir tu negocio. Esta es una acción específica, con una lista de tareas que hacer, y con un objetivo concreto al final del proceso. Para saber más sobre la creación y el uso de las checklists, mira nuestro Resumen Arata Academy episodio número 24.
Las listas de tareas organizadas en checklists tienen un enorme valor en tu planificación. Cuando tienes el paso a paso definido, aunque te dé pereza hacer las cosas, sólo tienes que ponerte en movimiento para ir cumpliendo los pasos, uno a uno, hasta alcanzar el objetivo específico.
Lo ideal es que tengas un problema cerrado que pueda ser específico, medible, con pasos más o menos previsibles, y que no se prolongue mucho en el tiempo.
Un buen truco para hacerlo es ir de atrás adelante. Piensa en los dos objetivos específicos más pequeños que forman parte de ese problema abierto. Para cada objetivo, ve pensando cuál sería el paso inmediatamente anterior, el anterior a ese… etc.
Así vas moldeando tu cerebro para trabajar con objetivos concretos y a corto plazo que se van acumulando con el tiempo para resolver problemas mayores.
Con pequeños problemas cerrados, entrenas tu cerebro con circuitos de recompensa, éxito y placer.
Mucha gente se considera perezosa, pero puede que esas personas tengan objetivos muy grandes, imprecisos y difíciles. Tu cerebro nunca va a querer enfrentarse a un problema en el que el sufrimiento es muy grande y las posibilidades de éxito son mínimas.
Por eso, cuando divides problemas abiertos en tareas más pequeñas y específicas, alineas tus actividades con lo que le gusta al cerebro: circuitos de recompensa, éxito y placer. Tienes una pequeña serie de actividades que hacer y, al acabarlas, recibes una recompensa específica.
Lo ideal es que esos pequeños problemas no sean siempre del mismo tipo. Al cerebro le gusta la previsibilidad, pero también la sorpresa. Variar los tipos de desafíos también es importante para que no te dé pereza hacer siempre lo mismo.
Además, no debes centrarte únicamente en el resultado de cada uno de los problemas, ya que eso podría desanimarte. Por ejemplo, si estás aprendiendo a tocar un instrumento, evita tener ansiedad por querer tocar una canción entera a la perfección. Estás aprendiendo. Por lo tanto, sólo vas a poder tocar un fragmento pequeño… y, aún así, es normal que desafines. Lo importante es que has cumplido con el proceso, has hecho la tarea, has aprendido más. El resultado final importa poco, al menos por ahora. Lo que importa es la experiencia y el progreso. Siempre mejorando.
Si es necesario, da un salto a ciegas. Por lo menos, así empiezas.
No siempre se pueden transformar los problemas abiertos en pequeños problemas cerrados. Muchas veces no tenemos ni idea de cómo dividir un problema más grande, de cuántos problemas pequeños estamos hablando, de lo que tenemos que hacer.
En esos casos, tienes que dar un salto a ciegas. Tienes que meterte en el proceso, entrar en acción haciendo una tarea con la esperanza de que descubras lo que viene después.
Si no consigues predecir cuáles son todos los pasos para ir del punto A al punto B, céntrate sólo en la primera tarea que puedes imaginar ahora, aunque no tengas ni idea del resultado esperado. Mantener el enfoque en la acción te acerca más al resultado que si te hubieses centrado en el resultado.
El secreto para no dejar que la pereza gane en estos casos es no estar pensando en todo el proceso, en el resultado final, en la falta de perspectiva. En vez de eso, piensa sólo en el siguiente paso, en la tarea que puedes hacer ahora. Con eso, el problema disminuye y la pereza también.
La pereza aparece cuando tienes que enfrentarte a problemas abiertos. Una buena estrategia para lidiar con la pereza es transformar problemas abiertos en problemas cerrados, siguiendo procesos y checklists con objetivos claros.
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