¡Hola! Seiiti Arata. Tu perfeccionismo está arruinando tu productividad. Por un lado, hacer tu trabajo a la perfección se ve como un diferencial, como una cualidad de alguien que tiene altos estándares de ejecución profesional. A todos nos gusta admirar a empresarios, artistas o atletas que son casi perfectos en lo que se proponen hacer.
Prueba de ello es que el número de personas que se consideran perfeccionistas ha crecido. Un estudio demostró que, en las tres últimas décadas, la cantidad de universitarios que dicen ser perfeccionistas ha aumentado mucho.
Parece que todo el mundo busca la perfección. Pero, aunque el perfeccionismo es percibido por la mayoría de las personas como una cualidad, querer hacer tu trabajo a la perfección en realidad es una debilidad.
El perfeccionismo destruye tu productividad, te estresa, y muchas veces no es más que una excusa para no hacer lo que tienes que hacer. A lo mejor este punto de vista te parece demasiado estricto, así que vamos a ver en qué se basan estas afirmaciones.
El perfeccionismo te exige mucho esfuerzo pero no te aporta un beneficio proporcional.
Personas como Miguel Ángel, Steve Jobs o Cristiano Ronaldo son famosas por el perfeccionismo de su trabajo, en diferentes áreas de actuación. Cuando leemos historias sobre ese tipo de personas, nos impresiona la calidad de sus resultados y sentimos el deseo de llegar a ser de alguna manera profesionales a ese nivel.
Por eso mucha gente dice orgullosamente que es perfeccionista. En un intento de diferenciarse de los demás, de anunciar la excelencia del propio trabajo, de dar la impresión de que se es mejor que la media.
Pero cuando salimos del mundo de las historias y entramos en el mundo real, vemos claramente que el perfeccionismo, en realidad, es una debilidad. Incluso cuando hablamos de personas famosas.
Miguel Ángel, por ejemplo, se pasó más de cinco años haciendo una de sus esculturas más elogiadas, la Piedad florentina. Después de pasar tantos años esculpiendo más de dos metros de mármol, pensó que la obra no había quedado perfecta. Cogió un mazo y empezó a destruir la escultura.
Steve Jobs gastó tiempo, dinero y la paciencia de sus trabajadores sólo para pintar de negro la parte de dentro de los ordenadores NeXT, lo cual contribuyó a arruinar las ventas de la empresa que fundó cuando dejó Apple. El producto final resultaba demasiado caro y, en la práctica, nadie abría los ordenadores para ver de qué color eran por dentro.
Estos son ejemplos para que veas que incluso los perfeccionistas más aclamados tienen muchos inconvenientes por la manía de querer hacerlo todo perfecto. Aunque tenga algunas ventajas, las desventajas de ser perfeccionista casi siempre superan los beneficios.
Las empresas no quieren contratar a perfeccionistas porque se agobian, se estresan y se agotan más.
Puedes pensar que el perfeccionismo es una cualidad deseada por las empresas. Pero un metaanálisis que revisó casi cien estudios científicos sobre el perfeccionismo, demostró lo contrario.
Los datos de más de veinticinco mil trabajadores usados para el estudio mostraron que, efectivamente, los perfeccionistas tenían algunas ventajas. Por un lado, los trabajadores más perfeccionistas estaban más motivados y comprometidos y trabajaban más horas al día.
Pero, por otro lado, los inconvenientes son muy superiores a las ventajas. Los trabajadores perfeccionistas se estresan y se agobian más, e incluso se deprimen más. Algunos de ellos sufrían el Síndrome del Burnout, que les hace sentirse física y mentalmente agotados por su afán de perfección.
El metaanálisis también mostró que, en la práctica, el rendimiento de los trabajadores perfeccionistas no aporta un beneficio significativo. Es decir, que no hay una relación directa entre perfeccionismo y una mayor productividad.
En realidad, los perfeccionistas suelen tener estándares inflexibles y excesivamente altos. Juzgan su propio comportamiento de una forma demasiado crítica y tienen una mentalidad de todo o nada sobre su propio desempeño. Todo esto es lo contrario de lo que las mejores empresas valoran actualmente: flexibilidad, equilibrio, experimentación, mentalidad de crecimiento. Esas cualidades son muy difíciles de encontrar entre los perfeccionistas.
Por eso, cuando las empresas sopesan las ventajas y desventajas del perfeccionismo, ven que no merece la pena tener un equipo más motivado, comprometido y que pasa más tiempo en el trabajo si eso va a costarles a sus miembros la salud física y mental y la productividad no va a ser mayor.
El perfeccionismo es, a la vez, la búsqueda imposible de la excelencia y un intento innecesario de huir del fracaso.
Un estudio publicado en 2002 demostró que el perfeccionismo se divide en dos. Hay dos tipos de perfeccionismo: el que busca la excelencia y el que intenta huir del fracaso. Ambos tipos son inútiles y destruyen tu productividad.
El primer tipo de perfeccionista es el que siempre está buscando la excelencia. Se suele pensar que esa búsqueda de la excelencia es positiva y que genera un trabajo de alta calidad, pero, en realidad, no es más que una búsqueda inútil y contraproducente.
Mientras que los perfeccionistas pueden pasarse años pensando, planeando e incluso intentando llevar a cabo un trabajo ideal, las personas más prácticas entregan resultados. Un producto o servicio entregado en la práctica, en la vida real, aunque sea imperfecto, es mucho mejor que un producto supuestamente perfecto que nunca llega a ser terminado o entregado.
El segundo tipo de perfeccionista es el que intenta huir del fracaso. El miedo de entregar algo imperfecto paraliza a este segundo tipo de persona. Estos perfeccionistas prefieren no entregar un producto o servicio a entregar algo que pueda salir mal o considerarse un fracaso.
El miedo al fracaso a menudo también es una forma de procrastinación, una excusa para no actuar. Hay quien se dice perfeccionista y nunca hace lo que tiene que hacer, justificándose porque no se han dado las condiciones ideales o porque el trabajo todavía no está lo suficientemente bien hecho.
Hay que superar esta forma de ver el fracaso como algo que se debe evitar. El fracaso nos ayuda a entender nuestros errores, a perfeccionar nuestro trabajo, a hacerlo mejor la próxima vez. Sólo fracasa quien realmente da la cara, quien sale ahí fuera y muestra el trabajo que ha hecho, sabiendo que va a tener errores y aciertos.
Abandona el perfeccionismo para aumentar la calidad de tu trabajo y ser más productivo.
Puede parecer contradictorio, pero abandonar el perfeccionismo puede aumentar la calidad de tu trabajo. Si te consideras perfeccionista, haz un experimento. Deja de lado durante algunas semanas tu búsqueda de la perfección y tu miedo al fracaso.
Durante esas semanas, céntrate en acabar proyectos, entregar resultados, pasar más tiempo actuando que pensando en la perfección. Para ello, usa la Ley de Parkinson y ponte plazos más cortos de lo normal. Ponte plazos que no permitan que entregues un trabajo perfecto.
La Ley de Parkinson dice que nuestro trabajo se expande para llenar todo el tiempo disponible para su realización. Si tienes un proyecto con un plazo de un mes, usarás los treinta días que tienes para llevar a cabo el proyecto. Pero, si sólo tienes una semana, harás un esfuerzo y completarás el proyecto en siete días.
Además de centrarte en entregar resultados, aunque sean imperfectos, también tienes que dejar esos estándares inflexibles y excesivamente elevados que te impones. Baja las expectativas. Aprovecha el experimento para hacer actividades que te ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y el agotamiento físico y mental.
Tras algunas semanas de experimento, evalúa cómo han sido tus entregas y cómo te sientes física y emocionalmente. Mira si tu trabajo ha mejorado, si tu relación con el equipo ha mejorado y si te sientes mejor contigo mismo.
Es muy probable que, cuando abandones el perfeccionismo, llegues a la conclusión ya conocida de que hecho es mejor que perfecto.
El perfeccionismo todavía es visto por muchas personas como una cualidad a alcanzar. Pero la práctica demuestra que esa búsqueda de perfección no conlleva beneficios en la productividad y genera estrés, ansiedad y agotamiento. Además, no hay una correlación entre el perfeccionismo y el rendimiento en el trabajo.
Por eso, si quieres ser más productivo, abandona la búsqueda de la perfección y el miedo al fracaso. En vez de usar el perfeccionismo como una especie de excusa para no pasar a la acción, deja de perder el tiempo y empieza a entregar resultados, aunque sean imperfectos.
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