La empatía es una herramienta para entender el mundo

¡Hola! Seiiti Arata. ¿Qué es la empatía? La empatía es una herramienta útil para que TÚ vivas mejor.

Deja que te explique: Puedes usar la empatía para entender mejor el mundo y saber interpretar a las personas en situaciones de confusión. Y, al usar la empatía, puedes resolver problemas prácticos más fácilmente y con menos estrés, lo que aumentará tus niveles de felicidad.

Para ello, vamos a aclarar algo importante. Tener empatía no es ser políticamente correcto. Tener empatía no es ser caritativo ni bondadoso.

En primer lugar, la empatía es una herramienta útil para tener una vida mejor. En cualquier tipo de relación, ya sea personal o profesional, ¿qué prefieres? ¿Tratar con una persona que está interesada en cooperar contigo? ¿O tratar con alguien que te tiene manía? 

La empatía aumenta las probabilidades de cooperar con otras personas al hacerte ver el mundo desde la perspectiva del otro, sentir desde la perspectiva del otro, entender el punto de vista del otro.

¿Y para qué sirve todo eso? Cuando domines esa técnica de ponerte en el lugar de la otra persona, el resultado es que serás capaz de entender mejor el mundo que te rodea. Y, así, podrás comunicarte de forma más efectiva para resolver problemas mucho más fácilmente, ya que entenderás cuáles son las necesidades reales de la gente.

La empatía es una herramienta que te ayuda a ajustar tu comportamiento a las necesidades de cada persona.

La definición más común dice que la empatía es la capacidad que todos tenemos de ver el mundo desde el punto de vista de otra persona, como si fuésemos esa otra persona.

Aunque todos tenemos esa capacidad, eso no significa que todos consigamos tener empatía fácilmente. Como cualquier habilidad, se puede entrenar y tiene que ser usada constantemente para alcanzar nuestro máximo potencial.

Un truco fácil para ver cómo está tu nivel de empatía es fijarte en cuánto interés tienen las personas con las que te comunicas en continuar una conversación. Cuando usas la empatía, se sienten comprendidas, respetadas, valoradas, aceptadas. Y eso las motiva a seguir hablando de forma cada vez más abierta, sin miedo a que las juzgues.

Sin embargo, cuando te comunicas con poca empatía, la gente tiende a ofenderse o, simplemente, se siente incómoda o pierde el interés en continuar esa interacción.

Al usar la empatía y realmente intentar entender la perspectiva de otra persona, con sus limitaciones, puedes entender el problema de verdad y, así, buscar una manera viable de ayudar a esa persona a resolver su problema. Y, muy probablemente, por la reciprocidad natural, esa persona también va a tener interés en ayudarte, en cooperar contigo, en prestar atención a lo que le estás diciendo.

Cuando practicas la empatía así, dejas de lado tus propias convicciones, tus propios juicios, para intentar entender por qué esa persona está actuando de la manera en la que está actuando.

Cuando eres capaz de entender eso, tienes en las manos una herramienta poderosa tanto para resolver tus problemas prácticos como para beneficiar a las personas de tu alrededor.

La empatía no es caridad. Puedes usar la empatía como una herramienta para resolver tus propios problemas.

¿Recuerdas el episodio sobre el perdón egoísta? Fue el episodio 180 de la serie ¡Hola! Seiiti Arata. Básicamente, la idea es que, cuando perdonas a alguien, la persona que recoge los beneficios inmediatos… ¡eres tú mismo! Perdonar hace bien.  De manera muy parecida, la empatía es una habilidad que te ayuda mucho cuando la usas. La empatía es uno de los mejores ejemplos de solución de beneficio mutuo, ese tipo de solución con la que todo el mundo sale ganando.

Cuando practicas la empatía, no sólo ayudas a otra persona. Te ayudas a ti mismo, aumentando tus niveles de felicidad a la vez que beneficias a las personas de tu alrededor. Esto pasa por dos razones.

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La primera razón es más práctica. Cuando ayudas a alguien cercano, también ayudas a resolver algunos de tus problemas.

Por ejemplo, alguien de tu equipo tiene un problema y por eso está trabajando mal. Eso te sobrecarga a ti y a otras personas en el trabajo. Si ayudas a esa persona a resolver su problema, también te estás ayudando a ti mismo a estar menos sobrecargado.

O si tienes problemas para vender una casa, negociar un contrato o incluso para resolver una discusión con un amigo, un familiar o un compañero de trabajo, y usas la empatía, vas a negociar mejor y vas a resolver esas dificultades de manera mucho más eficiente.

La empatía reduce tu sufrimiento al liberarte del problema del egocentrismo.

La segunda razón por la que la empatía resuelve tus problemas es más abstracta que la primera.

Cuando ayudas a otras personas poniéndote en su lugar, practicas a salir del egocentrismo, de la costumbre de mirarte siempre al ombligo, de los problemas que muchas veces sólo existen en tu cabeza, o de los problemas que sólo tienen el tamaño que tienen por estar en tu cabeza.

¿Sabes cuando estás atrapado en tus pensamientos, en tus objetivos de vida, en tus emociones? ¿Cuando desearías que las cosas fueran diferentes a como realmente son? ¿Cuando alimentas tus problemas mentalmente hasta que se vuelven mucho más grandes de lo que realmente son?

Esa tendencia que tenemos a pensar que el mundo gira a nuestro alrededor es el egocentrismo.

El egocentrismo es un mal que te hace ignorar tanto a las otras personas como las posibilidades de resolver tus problemas. El egocentrismo genera una mentalidad de escasez de soluciones, que te impide ver la abundancia de opciones que tienes para resolver los problemas de tu vida.

Esa fijación exagerada en ti mismo prácticamente desaparece cuando practicas la empatía.

Al tener empatía genuina con otra persona, automáticamente dejas el egocentrismo de lado. Eso pasa porque es imposible estar centrado en ti mismo a la vez que te pones en el lugar de otra persona.

La empatía no es un don, sino una habilidad que puedes aprender independientemente de tu edad o personalidad.

A lo mejor ahora estás convencido de que la empatía es algo bueno. Pero puedes estarte diciendo que ya no tienes edad para aprender a usarla, o que tienes una personalidad más brusca, o cualquier otra excusa.

Lo que tienes que entender es que la empatía no es un don, no es un talento innato. No es que nazcas con la capacidad de tener empatía o sin ella.

La empatía simplemente es una habilidad. Y, como cualquier habilidad, se puede aprender. Cuanto más practiques la empatía, mayor se volverá tu capacidad de tener empatía.

En teoría, todos tenemos la capacidad de tener empatía. Pero si no ejercitamos el acto de tener empatía, va empeorando al igual que cualquier otra actividad que no se practique.

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¿Y cómo se practica cualquier habilidad? Tienes que hacer esa actividad intentando alcanzar conscientemente el mejor resultado. Y, al final, ver cuáles son los resultados de tu desempeño. Dependiendo de tus resultados, tendrás que hacer ajustes para mejorar la próxima vez.

Por ejemplo, para encestar un balón de baloncesto en la canasta, tienes que ajustar el ángulo y la fuerza del lanzamiento dependiendo de los resultados que hayas obtenido antes. Pero en el caso específico de la empatía, lo difícil es que cada interacción es única. No puedes repetir la misma interacción cambiando la manera en la que te comunicas para entrenar la empatía. Por eso, la empatía exige dedicación constante.

Un consejo es que empieces a practicar con alguien que te caiga muy bien. Con tus hijos, con tus padres, con tu pareja. Si lo haces con alguien que te cae muy bien, va a ser más fácil ponerte en su lugar para intentar resolver sus problemas.

Después, ve avanzando. Empieza a usar la empatía para entender el mundo de otras personas que están a tu alrededor: compañeros de trabajo, familiares más lejanos, amigos.

Cada vez que practiques, va a aumentar un poco tu capacidad de obtener beneficios de la empatía tanto para ti mismo como para las personas con las que convives.

Como toda habilidad, las primeras veces que lo intentes, el proceso va a ser difícil y el resultado no va a ser tan bueno.

Con la empatía pasa lo mismo. Si nunca la has practicado, al principio te va a costar, pero con el tiempo vas a ir mejorando. Hasta que llegue un día que la gente a tu alrededor va a elogiar tu capacidad de ponerte en el lugar de los demás, de ayudar a otras personas y de resolver problemas prácticos.

La empatía, o la capacidad de ponerse en el lugar de los demás para ver el mundo desde su punto de vista, es un instrumento perfecto para entender la realidad, ayudar a la gente y además resolver tus propios problemas, aumentando así tus niveles de felicidad.

La empatía no es caridad, no es bondad, no es ser políticamente correcto. Simplemente es una habilidad que está relacionada con la comunicación y que puedes empezar a fortalecer hoy mismo, practicando con personas que te caigan bien.
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